Científicos del INTA trabajan para convertir restos de pescado en antioxidantes naturales
En la industria de la piscicultura, hay una historia que rara vez se cuenta. Una historia que comienza después del fileteado, cuando lo que queda —cabezas, escamas, vísceras— se convierte en residuo. Más del 60 % del pescado procesado no llega al consumo humano, y ese volumen, a menudo desaprovechado, podría encerrar un valor inesperado: antioxidantes naturales con aplicaciones en alimentos funcionales, suplementos nutricionales y nutrición animal.
Esta posibilidad es la que exploran investigadores del Instituto de Tecnología de Alimentos (ITA) del INTA Castelar, quienes trabajan en la obtención de compuestos antioxidantes a partir de cabezas de tilapia azul (Oreochromis aureus), una especie ampliamente utilizada en acuicultura. “Nuestro objetivo es obtener compuestos con capacidad antioxidante mediante un proceso simple como es la hidrólisis enzimática”, explicó Fernanda Martínez, investigadora del ITA. “Actualmente, estamos optimizando las condiciones del proceso para maximizar la capacidad antioxidante de los hidrolizados obtenidos”.
El estudio forma parte de una línea de investigación que apunta a valorizar residuos del procesamiento de pescado, no solo desde una perspectiva de eficiencia productiva, sino también como estrategia para reducir el uso de antioxidantes sintéticos en la industria alimentaria. Muchos de estos aditivos están siendo cuestionados o directamente prohibidos en diversos países, debido a su relación con efectos adversos para la salud humana.
¿Qué es un antioxidante?
Un antioxidante es una sustancia que protege a las células del daño provocado por los radicales libres, compuestos inestables que pueden acelerar el envejecimiento celular o favorecer enfermedades crónicas. Pueden ser naturales, como las vitaminas C y E, los polifenoles y ciertos péptidos bioactivos, o sintéticos, como el BHT o el TBHQ, que se utilizan en alimentos procesados pero están bajo creciente escrutinio regulatorio.
Los antioxidantes naturales se valoran por su capacidad para extender la vida útil de los productos alimenticios sin efectos nocivos, y también por su potencial funcional en la nutrición humana y animal.
Tilapia: una especie clave para la bioeconomía acuícola
La materia prima de esta investigación —las cabezas de tilapia— es provista por el Centro de Acuicultura Ángel Gallardo del INTA, donde se desarrollan sistemas intensivos y acuapónicos para la cría de esta especie. Según Ariel Belavi, coordinador del centro, la tilapia representa una oportunidad estratégica: “Es la segunda especie más cultivada del mundo, con más de 7,4 millones de toneladas anuales. Su versatilidad, eficiencia de conversión y valor nutricional la convierten en un recurso ideal para investigaciones de agregado de valor”.
El trabajo de Belavi y su equipo refuerza la idea de una acuicultura integral, en la que cada parte del animal pueda tener un uso —directo o indirecto—, en línea con los principios de economía circular y sostenibilidad.
Ciencia aplicada a residuos con valor
Junto a Martínez participan en la investigación las científicas Vanina Ambrosi y Natalia Szerman, también del ITA. El foco está puesto en transformar lo que antes se consideraba un desecho en un ingrediente funcional con impacto potencial en múltiples industrias. “La valorización de los residuos de la acuicultura es clave para el desarrollo de la actividad pesquera en Argentina”, explicó Ambrosi. “Aporta eficiencia, reduce desperdicios y abre nuevas posibilidades de innovación”.
Aunque el proyecto aún se encuentra en fase de desarrollo experimental, sienta las bases para futuras aplicaciones industriales e incluso para la articulación con empresas del sector alimentario, de suplementos y de ingredientes naturales.
Una agenda bioeconómica con visión
Este tipo de investigaciones, impulsadas desde el INTA, no solo fortalecen la dimensión científica de la acuicultura argentina, sino que también consolidan el papel de la bioeconomía como marco estratégico para transformar biomasa en soluciones sostenibles y con valor agregado real.
En un escenario global que demanda ingredientes más seguros, naturales y responsables, los antioxidantes derivados de residuos de pescado podrían convertirse en un eslabón clave para una nueva generación de productos saludables… y de historias bien contadas desde el descarte.