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El 87% de los consumidores valora los alimentos sustentables pero no los compra

Un cambio en el sistema alimentario mundial hacia uno más sostenible no solo traería beneficios medioambientales, sino también mejoras en la salud y calidad de vida de las personas según plantea el nuevo informe de Bain & Company. 

El sistema alimentario actual da de comer a casi ocho mil millones de personas y emplea a casi la mitad de la población mundial, sin embargo es el responsable de más de un cuarto de las emisiones de gases de efecto invernadero, y funciona a costa del avance sobre bosques nativos y la extinción de cientos de especies. Los efectos negativos no se limitan sólo a la materia ambiental, sino que también se ven en lo social, ya que tenemos números igual de alarmantes de gente con problemas de sobrepeso y con hambre, es un sistema profundamente desigual. Lo más paradójico es que muchas veces, quienes pasan hambre son los mismos agricultores que están en contacto directo con el alimento. 

Este sistema desbalanceado y con efectos negativos en el ambiente debe cambiar rápidamente, ya que quedan nueve ciclos de cosecha para llegar a cumplir con los objetivos del Acuerdo de París de limitar las emisiones de gases de efecto invernadero en 1,5°C sobre los niveles preindustriales. Según el texto de Bain hay tres patas principales en las que se sustenta el problema del sistema actual. 

Los consumidores dicen que quieren comprar, pero a menudo no lo hacen

Según encuestas realizadas por la propia Bain & Company, el 87% de los consumidores europeos, y con números similares en Asia y Estados Unidos, valoran los productos alimentarios que provienen de fuentes sostenibles, tanto en materia medioambiental, como social, sin embargo a la hora de comprar, estos números no se ven reflejados. La respuesta a esto se encuentra en que, a la hora de comprar nuestros alimentos, lo único que importa no es la sustentabilidad, sino también muchos otros factores, como el sabor, la calidad del alimento, y principalmente el precio. Si bien el informe no lo menciona, en Argentina, un país que tiene una tasa de pobreza del 37,8% según datos del INDEC, muchas veces se compra la comida que se puede con los ingresos disponibles. Según los datos de la encuesta los consumidores están dispuestos a pagar un monto mayor por ciertos productos más amigables con el medioambiente, sin embargo ese precio tiene un límite. 

Otro punto en que hace mención, es que los consumidores muchas veces no tienen acceso a información clara, sobre si el alimento proviene de fuentes sostenibles, o cómo contribuye a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Europa cuenta con un sistema de etiquetado muy avanzado donde la persona puede saber si su alimento es orgánico, vegano, proviene de fuentes de trabajo justo, entre muchas otras cosas. Argentina recientemente aprobó la Ley de Etiquetado Frontal, que brinda más información sobre los ingredientes nocivos de los alimentos ultra procesados, tema también importante a la hora de decidir qué producto comprar, pero sería bueno poder avanzar hacia un etiquetado ambiental también. 

Los agricultores cambiarían, pero a menudo no pueden

Para lograr un sistema alimentario más amigable con el medio ambiente, es fundamental que los agricultores pasen de realizar una agricultura y ganadería convencional a tecnologías regenerativas, como por ejemplo la ganadería con pastoreo con rotación, para dejar crecer las pasturas y así lograr secuestrar carbono de la atmósfera. Sin embargo muchas veces los agricultores no pueden enfrentar estos cambios tecnológicos, algunas veces por desconocimiento de nuevas tecnologías, y muchas veces por miedo a perder su margen de ganancia. La agricultura principalmente es una actividad que frente a un año con sequías o inundaciones puede perderlo todo, por lo tanto luego es muy difícil recuperarse. Si a esto se le suma la inversión inicial en una nueva tecnología para reducir el impacto en el medioambiente de esta actividad, muchos agricultores no se ven con muchas ganas de realizar este cambio. Además las ganancias de estas inversiones iniciales no se ven inmediatamente, sino que luego de 5 o 6 temporadas.

El mercado debería apoyar, pero a menudo no lo hace

Nuestro sistema alimentario actual está optimizado para producir a gran escala y con la mayor eficiencia, lo que no significa que esta manera de producir sea la que genere el menor impacto en el ambiente. En el centro de este sistema están los productos básicos que cumplen normas comunes, como el jarabe de maíz de alta fructosa que se utiliza en múltiples ultraprocesados. Los agricultores trabajan para producir esas materias primas, y las empresas alimentarias confían en ellas para crear productos consistentes. Sin embargo, los criterios de sostenibilidad y salud ni siquiera entran en la definición de un producto básico como el maíz amarillo. 

Para salir de este sistema con múltiples fallas, hacia uno más beneficioso para el ambiente y que sea más socialmente justo, se plantean cinco acciones. Lo primero sería cambiar los hábitos de consumo, y esto es responsabilidad de las personas, pero también de las empresas, que se pueden ver beneficiadas si ayudan a hacer esta transformación. Hay recompensas atractivas para cualquier marca que ayude a los consumidores a cambiar su comportamiento. Las marcas que se consideran sostenibles crecen dos veces más rápido que sus rivales, y las insurgentes impulsadas por la sostenibilidad crecen hasta cinco veces más rápido. Según la investigación de Bain, el 10% de las marcas para las que la sostenibilidad es un elemento central de valor crece más rápido que todas. 

Otro punto importante sería que los agricultores comiencen a realizar prácticas de agricultura regenerativa. Las empresas de alimentos deben financiar capacitaciones, y cambios tecnológicos para los agricultores, para que el coste no recaiga exclusivamente sobre ellos. Además los campesinos, también pueden aprovechar los sistemas de créditos de carbono que proporcionan ingresos por las prácticas de secuestro de carbono, lo que supone una compensación por el coste que soportan los agricultores al instituir prácticas agrícolas regenerativas. Mientras tanto, los gobiernos de todo el mundo tienen una gran oportunidad de redirigir parte de los más de 500.000 millones de dólares en subvenciones que se gastan en la agricultura cada año, hacia prácticas más sostenibles.

Para evitar los daños en el ambiente, la inequidad y los abusos laborales, algunas cadenas de valor deberán reinventarse por completo. El ejemplo que plantea el informe es el del atún enlatado. Este producto está asociado a explotación laboral, sobrepesca del recurso, captura incidental de vida marina y una redistribución de las ganancias profundamente inequitativa ya que el dinero va a los países desarrollados, y no a los países costeros donde se pesca el atún. Sin embargo The Nature Conservancy y la República de las Islas Marshall cofundaron Pacific Island Tuna (PIT) para construir un sistema más justo y producir una lata de atún sostenible, capturado y procesado de manera justa, con total transparencia. PIT no negocia el atún en un buque en el mar como se hace normalmente, sino que antes de salir a altamar establece qué precio pagará por el pescado capturado de manera sostenible. Para garantizar este precio los pescadores deben tener activado un sistema de monitoreo digital que le permite a la empresa saber si el barco entra a zonas donde la pesca está prohibida, además el pescado es procesado en puerto en las Islas Marshall, lo que le deja un mayor rédito económico al país. 

Para evitar las crisis alimentarias, se propone construir sistemas alimentarios locales resistentes en los mercados en desarrollo. En muchos de ellos, donde los sistemas alimentarios son incipientes pero tienen un gran potencial, la urgencia de la transformación nunca ha sido mayor. La necesidad urgente de abordar estos problemas interrelacionados está ahora bien reconocida. La Cumbre de Sistemas Alimentarios de la ONU de 2021 expresó, los desafíos que generan dar de comer a una población africana creciente en medio de llamamientos a una mayor sostenibilidad, resistencia al clima, inclusión y nutrición. Al concluir la cumbre, 25 países africanos habían presentado estrategias nacionales para transformar sus sistemas alimentarios.

Por último, pero no menos importante, es fundamental acelerar la innovación. La transición de un sistema alimentario basado en productos estandarizados con el objetivo de maximizar el rendimiento y la eficiencia, a otro en el que se integran y valoran las consideraciones de sostenibilidad, tiene importantes implicaciones para todos los participantes. Muchas empresas deberán repensar lo que sus consumidores quieren de ellas. Los límites del negocio se desplazarán y la base de la competencia cambiará. Una creciente ola de tecnologías centradas en la alimentación y la agricultura permitirá y acelerará esa transición.

Fuente: conexioanimal.com