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El lado oscuro de la luz: cómo la contaminación lumínica altera la vida silvestre alargando el canto de los pájaros

La luz artificial transformó la vida urbana, pero su presencia constante en ciudades y carreteras está modificando los ritmos naturales de plantas y animales. Una investigación reciente reveló que en las zonas más iluminadas del planeta, los pájaros cantan hasta una hora más que en ambientes rurales u oscuros. Esta prolongación de sus vocalizaciones modifica sus horarios de descanso y afecta directamente su ciclo vital.

Los datos surgen del análisis de millones de trinos de más de 500 especies de aves en distintos continentes. Las grabaciones fueron cruzadas con registros satelitales de la NASA que miden la intensidad lumínica en la superficie del planeta. El resultado fue contundente: las aves urbanas inician sus cantos antes del amanecer y los prolongan después de la puesta del sol, alterando así la duración de su actividad diaria.

Este fenómeno no es menor. Las vocalizaciones cumplen funciones esenciales: desde marcar territorio hasta atraer pareja o alertar de depredadores. Modificar su frecuencia y duración podría tener consecuencias en la reproducción, en la disponibilidad de alimento e incluso en los patrones migratorios de varias especies.

La problemática, sin embargo, no se limita a las aves. Diversos estudios documentaron cómo las luces artificiales también modifican los ciclos de plantas, retrasan el otoño, adelantan la primavera y desorientan a insectos que cumplen funciones claves en los ecosistemas. La contaminación lumínica se convirtió en una de las formas más silenciosas de degradación ambiental.

La luz que confunde a las especies

La investigación mostró que el inicio de los cantos de las aves se adelanta en promedio 18 minutos, mientras que su final se retrasa unos 32 minutos. Algunas especies, como el mirlo común o el zorzal alirrojo, llegan a modificar su rutina en casi dos horas. Estos cambios se relacionan con características biológicas: los pájaros de ojos grandes o los que anidan en espacios abiertos parecen ser más sensibles a la presencia de luz artificial.

Los efectos también alcanzan a las aves nocturnas. Aunque no se detectó una reducción drástica en su actividad, sí se observó que vocalizan menos en entornos muy iluminados. Esto representa un problema en su comunicación y en la defensa de sus territorios.

Además, especies migratorias que dependen de la oscuridad para orientarse están cambiando sus hábitos. Algunas, como pequeños búhos y vencejos, reducen sus desplazamientos estacionales, mientras que otras confunden los focos de las ciudades con señales naturales, lo que las expone a colisiones y desvíos fatales.

Más allá de los pájaros: un impacto en cascada

La alteración de los ciclos naturales por la luz artificial no se limita al reino animal. Las plantas también responden a la iluminación urbana. En ciudades con altos niveles de contaminación lumínica, la primavera comienza antes y el otoño se retrasa, lo que cambia los tiempos de floración, polinización y caída de hojas. Esto afecta tanto a insectos polinizadores como a especies que dependen de frutos y semillas para alimentarse.

La cadena de impactos es amplia: las luciérnagas pierden efectividad en su comunicación lumínica, los insectos nocturnos mueren atraídos por los focos, y depredadores como murciélagos ven reducidas sus presas. De esta manera, una acción humana aparentemente inocua altera por completo la red de interacciones de los ecosistemas.

La ciencia ciudadana fue clave para visibilizar este problema. Plataformas como BirdWeather o BirdNet permitieron reunir millones de grabaciones que, al combinarse con tecnología satelital, ofrecen un panorama global de los efectos de la luz artificial en la biodiversidad.

Más de 100 aves regresarán a su hábitat. (Foto: Agencia San Luis).
Más de 100 aves regresarán a su hábitat. (Foto: Agencia San Luis).

Formas en que la contaminación lumínica afecta a las especies

La contaminación lumínica genera impactos directos en múltiples niveles. En primer lugar, interfiere con los ritmos circadianos, que regulan el sueño, la alimentación y la reproducción. En las aves, altera sus cantos; en los humanos, puede producir insomnio y estrés.

En segundo lugar, modifica los patrones migratorios. Muchas especies utilizan la luz de la luna y las estrellas para orientarse en sus desplazamientos. Las ciudades iluminadas crean falsas señales que desvían a las aves, aumentan el riesgo de colisiones con edificios y reducen su capacidad de llegar a los destinos de cría o alimentación.

Por último, rompe las cadenas tróficas. Insectos que se ven atraídos por la luz artificial mueren en masa, lo que disminuye la disponibilidad de alimento para aves, anfibios y murciélagos. Este desequilibrio afecta a toda la biodiversidad local, con consecuencias que todavía se están dimensionando.