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De la botella al botiquín: convierten residuos plásticos en analgésicos

¿Qué pensarías si te cuentan que el paracetamol que te acabás de tomar viene de una botella descartada? ¿Ciencia ficción? Para nada: un grupo de científicos de la Universidad de Edimburgo, en Escocia, acaba de hacer exactamente eso.

Con la ayuda de bacterias genéticamente modificadas, lograron transformar residuos plásticos en paracetamol, uno de los analgésicos más usados en el mundo. Sí, leíste bien: botellas de plástico transformadas en remedios. Una vuelta de tuerca científica que podría cambiar no solo cómo se hace la medicina, sino también qué hacemos con la basura.

Una fermentación con receta

El truco está en una cepa de Escherichia coli modificada, que convierte ácido tereftálico —una sustancia que se obtiene al descomponer el plástico PET— en paracetamol. Todo esto, a temperatura ambiente y casi sin emisiones. El proceso es similar al que se usa para hacer cerveza, solo que en vez de birra, el resultado es un remedio que baja la fiebre y alivia el dolor.

Lo más llamativo es la eficiencia: en menos de 24 horas, el 90% del ácido tereftálico se transforma en paracetamol. Sin petróleo, sin hornos industriales, sin emisiones tóxicas.

Convertir residuos plásticos en paracetamol

El plástico PET es ese que se usa en botellas y envases descartables. Cada año se producen más de 350 millones de toneladas de plástico, y gran parte termina en vertederos o en el mar. Aunque hay formas de reciclarlo, muchas veces ese material vuelve a ser otro plástico, alimentando un círculo vicioso.

Esta técnica cambia la lógica. Le da otra oportunidad al residuo: convertirlo en algo consumible, útil y con valor agregado. Una salida innovadora que podría romper el ciclo de “usar y tirar”.

Menos fósiles, más soluciones

Hoy, fabricar paracetamol implica usar derivados del petróleo y procesos con alto consumo energético, dejando una huella de carbono importante. El método escocés podría cambiar eso: menos emisiones, menos dependencia de combustibles fósiles y, de yapa, una respuesta al problema del plástico.

El proyecto fue financiado por el EPSRC (Consejo de Investigación en Ingeniería y Ciencias Físicas del Reino Unido) y la farmacéutica AstraZeneca, con apoyo de Edinburgh Innovations, el área de vinculación de la universidad. Ahora el desafío es escalar esta tecnología para aplicarla en la industria real.

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Ciencia al servicio del ambiente (y del botiquín)

‘El plástico PET no tiene por qué seguir siendo basura’, dice Stephen Wallace, el investigador que lideró el proyecto. ‘Puede ser materia prima para producir compuestos útiles, como remedios’.

Este desarrollo es una prueba de que la biotecnología no se queda en el laboratorio: sale a la cancha para aportar soluciones concretas a problemas globales. Porque si algo deja claro esta investigación es que no todo residuo es basura: con ciencia y creatividad, puede convertirse en medicina.

Fuente: BioEconomía.info