Volver a la producción de frutas nativas en el monte chaqueño
Este escrito surge como una observación crítica a un proyecto de desarrollo “exitoso”. Me refiero a la producción de frutillas que impulsó el Gobierno del Chaco en su gestión anterior y que trascendió públicamente en notas periodísticas que informaban cómo la multinacional de productos lácteos La Serenísima (Danone) había comprado 26 toneladas de frutas para elaborar yogurt “con frutilla chaqueña”.
Dichas frutas son cultivadas por algo más de 100 productores, la mitad de ellos asociados a una cooperativa. Parecería difícil discutir un proyecto cuyos indicadores económicos son positivos y está creciendo en cantidad de productores involucrados.
Sin embargo, si planteamos la discusión enmarcados teóricamente en los conceptos de “colonialidad”, «territorio», «geocultura», «política situada» y «transmodernidad» (todos provenientes de intelectuales de las últimas décadas) podemos argumentar a favor de otro tipo de proyecto de desarrollo de características endógenas, el cual podría ser más sostenible ambiental, económica y culturalmente.

Esto implica reconocer la relación de colonialidad no sólo como una relación económica asimétrica entre quien posee el capital y quien no lo posee, sino también en la imposición de las subjetividades del colonizador al colonizado, en nuestro caso esto es que los habitantes chaqueños elegimos la frutillas en lugar de las frutas nativas. Desde los procesos de colonización y aculturación a los pueblos originarios chaqueños se considera al monte nativo solo como una fuente de recursos económicos y un obstáculo a vencer para la instalación y crecimiento poblacional.
La “modernidad” está asociada al cambio de ambiente, el reemplazo del monte por ciudades, cultivos y animales exóticos; la flora y fauna nativas como lo atrasado o pre moderno. Por ello, siguiendo al filósofo Enrique Dussel, entendemos que debe surgir una propuesta “transmoderna”, que pueda tomar con criticidad los aspectos de la modernidad e incorporar los conocimientos de las culturas originarias para lograr una nueva síntesis superadora de los problemas ambientales y sociales.
La huella de la colonización en la producción del monte chaqueño
En el actual territorio de Chaco, la invasión de europeos y la dominación de los pueblos originarios comenzó recién a fines del siglo XIX, a diferencia de sus vecinas Santiago del Estero, Salta, y Corrientes, donde comenzaron en el siglo XVI. Esta diferencia tuvo diversos motivos, entre las que se agregó la falta de alguna materia prima que permita comercializar en el mundo.
A partir de 1850 las maderas del monte chaqueño empezaron a ser apreciadas por empresarios argentinos y europeos interesados en explotar esos recursos, como franceses, alemanes e ingleses que conocían las propiedades curtientes de los taninos de árboles chaqueños y la calidad de esas maderas que las hacían imputrescibles a la intemperie.
Por su parte, el gobierno nacional, una vez finalizada la denominada Guerra de la Triple Alianza (1864–1870), también estaba interesado en dominar los aguerridos pueblos originarios, ocupar y poblar el Chaco, con el objetivo de establecer rutas seguras de comunicación entre Santa Fe y Asunción (Paraguay) y hacia Salta.
Los intereses privados y los del Estado Nacional confluyeron en el dominio de los territorios chaqueños con sucesivas campañas militares; desplazando a la población indígena de sus territorios para permitir el establecimiento de población “blanca” y sometiendo violentamente a la población originaria a constituirse en mano de obra de la incipiente industria forestal y producción agropecuaria.

Así se territorializan en el Chaco empresas europeas para explotar el monte chaqueño y el Estado Nacional empieza a ocupar tierras con población foránea mediante el reparto de tierras a través de un proceso de colonización, organizados en pequeñas localidades unidas por el trazado del ferrocarril y de los ríos.
Los establecimientos de la industria forestal, las recientemente creadas “chacras”, unidades familiares de producción agropecuaria, van a reemplazar al sistema cazador recolector de los pueblos originarios, introduciendo las relaciones salariales y la creación de mercados para la compra de mercancías.
Los nuevos pobladores deberán generar una renta para adquirir las mercancías que no producen, sea a través de un salario o de una producción agropecuaria (basada en cultivos y animales exóticos, introducidos por los nuevos habitantes, los cuales reemplazaron a la fauna y flora nativa que servía de alimento a los originarios). De esta forma se cambiaron los patrones de alimentación en el Chaco.
A partir de la colonización el monte nativo es valorado por sus productos maderables, dejando de lado innumerable cantidad de productos no maderables, como: frutas, plantas medicinales y extractos vegetales con distintos usos industriales. El reemplazo de la flora y fauna nativa por una exótica va a generar problemas por la falta de adaptación a las condiciones climáticas locales de las especies introducidas, tornando vulnerable el nuevo patrón alimenticio.
Además, la creciente orientación de la producción agropecuaria chaqueña, enfocada a la satisfacción de la demanda de mercados nacional e internacional, va a determinar que los precios de comercialización no reflejen el resultado económico de la actividad sino la determinación de organismos comerciales extranjeros.
Las pérdidas productivas por cuestiones climáticas y los quebrantos económicos por falta de rentabilidad de los precios de intercambio obliga al productor agropecuario a buscar permanentemente una alternativa económica viable. Se puede mencionar que fueron introducidos y desarrollados, sucesivamente como alternativas económicas, los cultivos de tártago, algodón, sorgo, girasol, trigo, soja y arroz en cultivos extensivos; la producción hortícola, de tabaco y la frutilla en producciones intensivas, junto con la producción pecuaria de vacas, cabras, ovinos, cerdos y aves.
La frutilla del postre del modelo agroalimentario
El cultivo de frutillas se introdujo hace unos 15 años como alternativa económica para los productores tabacaleros, de manera de compensar la baja rentabilidad de ese cultivo. La frutilla (fragaria x ananassa) elegida para cultivar en tierras chaqueñas es un híbrido que proviene del cruzamiento de, al menos, dos especies de frutillas: una proveniente del sur de Chile (fragaria chiloensis) y otra originaria de Europa (fragaria virginiana).
Los lugares originarios de la frutilla son de templados a fríos, por ejemplo, la Isla Chiloé en Chile (a la altura del límite entre Río Negro y Chubut del lado argentino). Pero gracias al mejoramiento de las técnicas de cultivos y el abaratamiento del costo de los fletes se pudieron trasladar plantines de frutillas, que pasaron el invierno en zonas frías, a zonas con mayores temperaturas para acelerar la fructificación.
Lo que se puso en práctica fue comprar plantines en la Patagonia que se trasladaban para florecer y fructificar en zonas cálidas. Esta práctica permitió a la localidad de Coronda (Santa Fe) y varias localidades de Tucumán ser las principales productoras de frutillas del país. Ahora Chaco se incorporó a ese cultivo.

El hecho de cultivar un vegetal originario de climas templados-fríos en una zona subtropical hace dependiente a las zonas cálidas por la producción de plantines en zonas frías, ya que deben renovarse anualmente porque solo la primera fructificación de los plantines provenientes del sur es económicamente conveniente para cultivar.
Supone acondicionar el ambiente para posibilitar su crecimiento, además de luchar contra enfermedades microbianas y ataques de insectos para los cuales el cultivo no está adaptado. Esta situación provoca una fragilidad en el crecimiento del cultivo de frutillas que demanda de cuidados realizados con agroquímicos.
Con la instalación en la agenda pública de los efectos negativos del cambio climático se comenzó a poner énfasis en la reducción de la emisión de gases que provocan el “efecto invernadero”. Se empezó a medir la “huella de carbono” en los productos finales, es decir, se empieza a cuantificar la emisión de gases en todo el proceso productivo y la comercialización de un producto.
Uno de los mayores emisores de gases que provocan el efecto invernadero es la quema de combustibles derivados del petróleo con los vehículos de trabajo y transporte, por ello la reducción de fletes está recomendada para lograr una producción sostenible ambientalmente, o sea, con menor huella de carbono.
Más allá de la logística, la producción agrícola convencional con el movimiento y acondicionamiento de los suelos con maquinaria agrícola, la utilización de agroquímicos, que son derivados del petróleo en su mayoría, incrementa la huella de carbono de la producción. Por este motivo, se recomienda para lograr cultivos ambientalmente sostenibles cultivar vegetales de origen local o de ambientes similares para no tener que acondicionar el suelo a cultivar y reducir al mínimo la utilización de agroquímicos.

La producción de frutillas en Chaco es como ensamblar aparatos electrónicos provenientes de otros lugares de producción. O sea, el lugar geográfico aporta la infraestructura edilicia y la mano de obra para concretar solo un eslabón de la cadena de producción; sabiendo que hay eslabones antes y después del ensamblado, y que la dirección general del proceso productivo y los mayores beneficios económicos no quedan en el territorio.
Una computadora, un celular o un televisor son diseñados por las empresas líderes del mercado (Estados Unidos, Japón, Alemania), sus partes son fabricadas en sitios de mano de obra barata (China, Bangladesh, India) y luego son ensamblados en otros sitios que permita abaratar, aún más, el producto final (México, Argentina, Brasil, China).
Cuando adquirimos un yogurt en las góndolas de un supermercado, con la leyenda “con frutillas chaqueñas”, no sabemos que en realidad la frutilla fue modificada genéticamente en Europa con especies de distintos países, que son cultivadas en sus primeros estadíos vegetativos en la Patagonia, que la fructificación se concreta en el norte del país y que la elaboración del yogurt se realiza en alguna provincia de la pampa húmeda e industrializada.
Frutas nativas para un proceso productivo transmoderno
¿Cómo sería un proceso de transformación de la producción de frutillas para cambiarlo por otro en el cual se produzcan frutas autóctonas? Un proceso en el que los actores locales no necesiten transformar el ambiente para un organismo exótico, que puedan diseñar y dirigir todo el proceso productivo, se rompan las dependencias hacia proveedores de insumos externos y compradores monopolizados.
El proceso implicaría ir anclando la producción a la realidad del territorio chaqueño, apoyándose en los puntos destacables del actual modelo de cultivo de frutillas para mejorar los aspectos negativos y desarrollar una política situada.
El cultivo de frutilla en Chaco cuenta con aspectos destacables como el asociativismo de los pequeños productores rurales, el apoyo del Estado en sus distintos niveles (nacional, provincial y municipal) en aspectos técnicos y con ayuda financiera, por la sinergia de instituciones públicas y empresas participantes que ha conquistado la atención de los consumidores.
Sin embargo, un proceso paulatino de transformación debería dotar de características locales a este proceso económico, de manera de independizarlo de desarrollos tecnológicos, proveedores y comercializadores externos; y de cumplir con los compromisos de reducir la huella de carbono causante del cambio climático. Con esos objetivos, la producción de frutas nativas, compatibles con el ambiente en el cual se lo produce, son las recomendadas.

Para ello debemos profundizar los procesos de investigación y generación tecnológica para estos “nuevos” productos. Considero a los frutos nativos como «nuevos», no solo para el gran público sino también para la mayor parte del mundo académico, más familiarizados con los trabajos con frutos exóticos que con los frutos nativos.
No muy lejos de la provincia de Chaco, en los estados del sur del Brasil, la industria de frutos nativos crece con cultivos como la denominada “pitanga” y conocida aquí como “ñangapirí” (Eugenia uniflora) o la “yabuticaba”, conocida en Argentina como “ibapurú” (Plinia cauliflora). Esos son solo dos casos conocidos, que tienen un desarrollo consolidado en la industria de lácteos, helados y golosinas. La alternativa de producción de frutos autóctonos solo es “nueva” en nuestro territorio, mientras que en Brasil, con ambientes similares, ya es una realidad.
Para esto es necesario una construcción colectiva de las “nuevas alternativas”. Hay que resolver carencias como la falta de plantines de frutas nativas —las poblaciones de los vegetales nativas se encuentran muy disminuidas y no hay, por el momento, quien las reproduzca en cantidades para su cultivo—. Todos los frutos nativos considerados pertenecen a vegetales arbustivos, los cuales necesitan varios años para entrar en producción (entre cuatro a ocho años).
El primer objetivo sería lograr la cantidad suficiente de plantines, por lo que es necesario la participación de instituciones públicas y empresas privadas que tengan capacidad de multiplicar y criar en los primeros estadíos los plantines en viveros. En tanto, hasta la entrada de producción de los cultivos de frutas nativas, deberían realizarse campañas de difusión pública sobre las frutas nativas: sus contenidos de nutrientes, beneficios del consumo; como también la conveniencia ambiental de cultivarlas en lugar de multiplicar cultivos exóticos. La gran mayoría de los habitantes en la Argentina desconocen estas frutas nativas, por lo que se debe hacer una gran campaña para incorporarlos.
La producción de frutas nativas podría apoyarse en la vigente Ley Nacional de Presupuestos Mínimos de Bosques Nativos, con la que se pretende conservar las formaciones arbustivas existentes en todas las provincias y propiciar el incremento de nuevas superficies implantadas, mediante la reforestación.

Las plantaciones de frutos nativos son recomendados, además de las plantaciones comerciales, para hacerlas en las zonas deforestadas en las cuencas de ríos y arroyos para contener el suelo e impedir erosiones, colocarlos en plazas y paseos debido a la belleza de sus flores y frutos. De esta manera, las frutas nativas pueden contribuir a enriquecer las parcelas de monte que han sido deforestadas y mejorar el arbolado urbano.
Otro aspecto destacable de la producción de frutos autóctonos es que las distintas especies están adaptadas a diferentes ambientes, por ejemplo para zonas húmedas y riberas de ríos se recomienda el pacurí (Platonia insignis), aguaí (Chrysophyllum gonocarpum); en las zonas elevadas con buen drenaje se recomienda ñangapirí (Eugenia uniflora), ibapurú (Plinia cauliflora) y mburucuyá (Passiflora edulis). En lugares con problemas de drenaje es aconsejable plantar ubajay (Hexachlamys edulis) y guabirá (Campomanesia xanthocarpa), para sitios con deficiencias hídricas se recomienda la tuna (Opuntia ficus-indica) y el mistol (Ziziphus mistol).
La producción local de plantines de frutas nativas generaría independencia de los proveedores externos, como ocurre en el caso de la frutilla; lo cual incrementa los grados de autonomía de la organización alrededor del proyecto y genera ingresos económicos en la provincia, que, actualmente, salen del territorio para ir a pagar a los viveros de otras provincias.
La comercialización podría realizarse a través de los canales existentes de venta en fresco y para la industria de las frutas (distribuidores, acopiadores, mayoristas y minoristas) para abastecer del consumo directo.
En cuanto a la industrialización, se puede utilizar las empresas existentes, aunque sería recomendable propiciar el surgimiento de nuevas empresas que agreguen valor a las frutas (fábricas de dulces, mermeladas, bebidas, golosinas y lácteos, entre otras). El surgimiento de nuevas empresas, preferentemente de capitales locales, incrementaría la autonomía del proceso productivo y también los ingresos económicos al territorio.
La gran fortaleza que tiene el actual proceso de desarrollo productivo es el asociativismo de los pequeños productores, la mitad de los participantes están cooperativizados, y la sinergia de instituciones y empresas que apoyan el emprendimiento. Por ello es que debemos propiciar la consolidación y profundización de los vínculos asociativos, promoviendo un modelo actualizado de organización, con respeto a la diversidad social, al ambiente y a la justicia social. Apelando a otorgar características culturales autóctonas al proceso de desarrollo productivo, evocando a las frutas nativas en la cultura popular de los productores y consumidores.
Fuente: Tierra Viva