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Toyota apuesta por el biometano: presentó en Agrishow la primera pickup Hilux impulsada por residuos orgánicos

En Ribeirão Preto, en el estado de São Paulo, se celebra Agrishow, la exposición agroindustrial más importante de América Latina. Y en uno de los rincones del stand de Toyota, un prototipo llamó la atención de todos los visitantes. No era un modelo nuevo ni una edición limitada de la emblemática Hilux. Era, simplemente, una versión adaptada para funcionar con biometano: un combustible limpio, renovable y —lo más interesante— generado a partir de residuos orgánicos.

Lejos de ser un ejercicio de marketing o una maqueta de exposición, la Hilux a biometano ya había tenido su debut técnico en octubre pasado, durante la cumbre del G20 en Foz do Iguaçu. En aquella ocasión, el vehículo fue presentado en un entorno reservado para autoridades y especialistas. Pero en Agrishow, la automotriz decidió ponerla frente al gran público, confirmando que la iniciativa va en serio. Y que, quizás, el futuro del agro sobre ruedas venga impulsado por desechos agrícolas.

¿Una camioneta a basura? No exactamente

El motor de esta Hilux, desarrollado conjuntamente por equipos de ingeniería de Argentina y Brasil, fue adaptado para funcionar con biometano, un gas que se obtiene a partir de la purificación del biogás. Aquí conviene hacer una distinción clave.

El biogás es el producto de la digestión anaeróbica de residuos orgánicos. Es una mezcla de gases —principalmente metano (CH₄) y dióxido de carbono (CO₂)— que se genera naturalmente cuando materia orgánica se descompone en ausencia de oxígeno. Este proceso ocurre en biodigestores, instalaciones que ya son comunes en muchas zonas rurales, especialmente en Brasil, donde la agroindustria genera enormes volúmenes de residuos orgánicos.

Pero el biogás, tal como sale del biodigestor, no está listo para ser usado en un vehículo. Contiene impurezas y no tiene la densidad energética suficiente. Es allí donde entra en juego la purificación: un proceso mediante el cual se eliminan el CO₂, el agua, el sulfuro de hidrógeno y otras impurezas, obteniendo un gas más limpio y concentrado. Ese gas purificado es el biometano.

A diferencia del gas natural fósil, el biometano no contribuye al aumento neto de gases de efecto invernadero en la atmósfera, ya que proviene de ciclos biológicos. Y lo que es más relevante: puede ser producido de forma descentralizada en el mismo campo, con los residuos que la actividad agropecuaria genera.

El prototipo de Hilux presentado por Toyota está basado en la versión de 2.7 litros y 4 cilindros que se produce en la planta de Zárate, Argentina, y que ya se exporta al mercado brasilero equipada con tecnología flex, capaz de funcionar también con etanol. Ahora, este modelo ha sido adaptado para operar con biometano, integrando así una solución aún más alineada con la estrategia de diversificación energética que impulsa Brasil.

Esta flexibilidad en el abastecimiento de combustibles refuerza su potencial como vehículo ideal para el sector agropecuario, donde las fuentes de energía renovable como el etanol y el biometano pueden ser producidas localmente.

Imaginemos por un instante este escenario: un establecimiento ganadero que transforma los residuos de sus animales en biogás en su propio biodigestor, lo purifica y carga su Hilux con ese biometano para tareas de campo. El círculo virtuoso de la economía circular en su máxima expresión: residuos que se convierten en energía, emisiones reducidas y autonomía energética.

Y no se trata solo de un sueño. Toyota lo presenta como un paso concreto hacia una “movilidad más sostenible, conectada a las vocaciones del país y con impacto positivo para el medio ambiente y la sociedad”, en palabras de Evandro Maggio, presidente de Toyota do Brasil.

¿Por qué Brasil?

No es casual que este desarrollo se haya dado en Brasil. El país no solo es líder mundial en la producción de etanol a partir de caña de azúcar, sino que también ha avanzado notablemente en el aprovechamiento energético de sus residuos agrícolas. Las usinas sucroalcoholeras, los tambos, los criaderos de cerdos y aves, e incluso los rellenos sanitarios de grandes ciudades como São Paulo, son fuentes potenciales de biogás y biometano.

A eso se suma una política pública cada vez más favorable a los biocombustibles. El programa RenovaBio, lanzado en 2017, estableció un sistema de créditos de descarbonización que premia a quienes reducen emisiones mediante biocombustibles sostenibles. En este ecosistema, el biometano no solo tiene sentido ambiental, sino también económico.