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Reciclajes de baterías: una innovación en Estados Unidos que podría transformar la agricultura y la transición energética

A medida que los vehículos eléctricos se multiplican en el mercado mundial, también crece la preocupación por el impacto ambiental de sus baterías. En particular, las baterías de fosfato de hierro y litio (LFP), que tienen una vida útil de unos diez años, representan un desafío: su reciclaje es caro y poco rentable, ya que apenas ofrecen litio como elemento recuperable.

Ante este panorama, un equipo de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee, liderado por el profesor Deyang Qu junto a la estudiante de posgrado Soad Shajid, propuso una solución inesperada: transformar las baterías agotadas en fertilizantes agrícolas.

El proceso: de fosfato de litio a fosfato de potasio

La investigación, publicada en The Journal of Physical Chemistry, parte de un proceso de intercambio iónico que sustituye el litio de las baterías por potasio.

  • El fosfato de litio del cátodo se convierte en fosfato de potasio, un compuesto con valor agronómico.
  • El fósforo proviene directamente del material de la batería.
  • El potasio se introduce durante el reciclaje.
  • Al añadir nitrógeno, se obtiene un fertilizante NPK, fórmula que combina los tres elementos esenciales para el crecimiento de los cultivos: nitrógeno, fósforo y potasio.

La gran ventaja es que este método no requiere procesos térmicos intensivos ni tratamientos químicos agresivos, reduciendo el consumo energético y la huella ambiental respecto al reciclaje tradicional.

reciclaje de baterías
Investigadores convierten las baterías de los coches eléctricos en fertilizantes.

Beneficios ambientales y económicos del reciclaje de baterías

La conversión de baterías en fertilizantes no solo resuelve un problema de residuos tecnológicos, sino que también:

  • Reduce el impacto ambiental, evitando el almacenamiento y desecho de baterías usadas.
  • Disminuye la huella de carbono, tanto en el reciclaje como en la producción de fertilizantes.
  • Fortalece la economía circular, al aprovechar materiales que serían considerados residuos.
  • Impulsa el empleo verde, creando nuevos perfiles profesionales vinculados a la sostenibilidad.
  • Refuerza la autonomía agrícola, reduciendo la dependencia de importaciones de fósforo y potasio.

En Estados Unidos, gran parte de estos nutrientes provienen de países como Rusia, China o Marruecos, lo que genera vulnerabilidad ante crisis geopolíticas y fluctuaciones del mercado. Este método ofrece una alternativa de producción local, acortando la cadena de suministro y disminuyendo la exposición a riesgos internacionales.

Aplicación descentralizada y pruebas en cultivos

El equipo de Qu plantea que la tecnología podría aplicarse de forma descentralizada, instalando plantas de tratamiento cerca de zonas agrícolas o industriales donde se acumulen baterías usadas. Esto reduciría los costes logísticos y fomentaría la creación de empleo local.

El proyecto, respaldado por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) y fondos internos de la universidad, ya demostró su viabilidad a escala experimental. El siguiente paso será probar el fertilizante en condiciones reales:

  • Un experimento con una hectárea de tomates, cultivo intensivo que permitirá comparar el rendimiento del fertilizante derivado de baterías con los productos comerciales convencionales.
  • Si los resultados son equivalentes o superiores, la iniciativa podría captar la atención de empresas agrícolas y consolidarse como una alternativa viable.

Wisconsin como entorno ideal

Con su fuerte base industrial y agrícola, Wisconsin ofrece el escenario perfecto para desarrollar este modelo de reciclaje circular. La combinación de ambos sectores permite avanzar hacia un esquema de producción sostenible que, además, puede generar empleos tecnológicos vinculados a la transición energética.

Un punto de inflexión en el reciclaje de baterías

Aunque el proyecto se encuentra en fase inicial, su planteamiento representa una respuesta innovadora al reto global del reciclaje de baterías de vehículos eléctricos. Si logra escalarse y aplicarse a gran escala, podría marcar un punto de inflexión en la gestión de residuos tecnológicos, transformando un problema ambiental en una oportunidad para la agricultura y la economía circular.