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La UE fija un objetivo del 90% de reducción de emisiones para 2040: un paso decisivo en salud pública

El Consejo de la Unión Europea ha acordado su posición sobre la revisión de la legislación climática europea, introduciendo un objetivo vinculante para 2040: una reducción del 90% de las emisiones netas de gases de efecto invernadero (GEI) respecto a los niveles de 1990. Se trata de un paso clave hacia la neutralidad climática en 2050, pero también de una medida con un fuerte impacto sanitario, ya que reducir la contaminación y mitigar el cambio climático significa, en última instancia, mejorar la salud y calidad de vida de millones de europeos.

«Este objetivo se basa en la ciencia y, al mismo tiempo, combina nuestra competitividad y seguridad. Es fundamental para el futuro de Europa y demuestra que, incluso en tiempos difíciles, podemos permanecer unidos», declaró Lars Aagaard, ministro danés de Clima, Energía y Servicios Públicos, en un comunicado difundido por el Consejo de la Unión Europea. «Con este objetivo, estamos preparados para construir una UE más fuerte, más competitiva y más segura».

Más allá de la política y la economía, los expertos en salud pública ven en esta decisión una oportunidad crucial para reducir las enfermedades asociadas a la contaminación del aire, las olas de calor extremas o la expansión de vectores infecciosos. Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, la contaminación atmosférica causa unas 300.000 muertes prematuras cada año en Europa, y los fenómenos climáticos extremos están incrementando su impacto sobre la salud mental y física de la población.

Menos emisiones, más salud

La reducción del 90% de las emisiones netas para 2040 implica una transformación profunda en la producción energética, el transporte, la industria y la agricultura. Pero también puede traducirse en una caída significativa de las enfermedades respiratorias y cardiovasculares ligadas a la mala calidad del aire, así como en una menor presión sobre los sistemas sanitarios europeos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que nueve de cada diez personas en el mundo respiran aire con niveles de contaminación que superan los límites recomendados. En Europa, los contaminantes más nocivos —como las partículas finas (PM2.5), el dióxido de nitrógeno o el ozono troposférico— están estrechamente vinculados a las emisiones de combustibles fósiles. Por eso, el avance hacia energías limpias y una movilidad menos contaminante es, en palabras de la OMS, «la mayor oportunidad para la salud global del siglo XXI».

En este sentido, el acuerdo alcanzado en el Consejo subraya el papel de las energías renovables, la modernización de las redes eléctricas y la eficiencia energética como pilares del nuevo marco político. Además, insiste en la necesidad de una transición justa y equilibrada, que tenga en cuenta las diferentes circunstancias nacionales y no deje atrás a los sectores o regiones más vulnerables.

Flexibilidad con impacto sanitario indirecto en la UE

El texto de la UE mantiene el objetivo del 90% pero introduce ciertos márgenes de flexibilidad para los Estados miembros. Entre ellos, la posibilidad de utilizar créditos de carbono internacionales de alta calidad, el papel de las capturas permanentes de carbono o una mayor flexibilidad entre sectores para facilitar la transición. También se pospone un año —de 2027 a 2028— la entrada en vigor del sistema de comercio de emisiones para edificios y transporte por carretera (ETS2).

Estas medidas buscan equilibrar «ambición y realismo», aunque algunos expertos en salud ambiental advierten que los retrasos en la descarbonización del transporte y los edificios —dos de los mayores emisores de partículas contaminantes en las ciudades— podrían tener costes sanitarios significativos. La contaminación urbana sigue siendo responsable de miles de ingresos hospitalarios por enfermedades respiratorias cada año.

El Consejo de la UE ha acordado además que se realizará una evaluación bienal del progreso hacia los objetivos, basada en la evidencia científica, los avances tecnológicos y la competitividad global de la UE. Esta revisión permitirá ajustar el objetivo o introducir medidas adicionales si fuera necesario.

El texto también refuerza el compromiso con los sumideros naturales de carbono —bosques, suelos, humedales—, esenciales no solo para absorber CO₂, sino también para preservar la biodiversidad y proteger a las comunidades de fenómenos extremos como inundaciones, sequías o incendios. Todos ellos tienen un impacto directo en la salud humana, desde el aumento de alergias respiratorias hasta los riesgos asociados a la inseguridad alimentaria o al estrés térmico.

Salud, equidad y competitividad

El marco acordado por los Veintisiete también pone el acento en la innovación tecnológica, el apoyo a la inversión pública y privada, y la simplificación administrativa para favorecer la transición ecológica. En paralelo, se refuerza la necesidad de garantizar la equidad social. Una transición climática que no sea justa podría amplificar las desigualdades en salud, afectando más a los hogares con menos recursos o a las regiones más dependientes de sectores intensivos en carbono.

La Comisión Europea deberá ahora iniciar las negociaciones con el Parlamento Europeo para definir el texto final de la enmienda. En ese proceso, los expertos en salud pública esperan que la perspectiva sanitaria gane peso en la toma de decisiones. Según el European Climate and Health Observatory, los costes en salud derivados del cambio climático podrían superar los 200.000 millones de euros anuales en Europa si no se refuerzan las políticas de adaptación y mitigación.

Adoptada en 2021, la legislación climática europea ya establecía la neutralidad climática para 2050 y una reducción del 55% de emisiones para 2030. El nuevo objetivo intermedio para 2040 refuerza ese compromiso, marcando un horizonte de acción que también puede traducirse en aire más limpio, entornos más seguros y una población más sana.

«Reducir las emisiones es una política de salud pública», han reiterado desde varias organizaciones médicas europeas, como la European Respiratory Society (ERS) y la European Lung Foundation (ELF), en respuesta al anuncio del Consejo. «Cada tonelada de CO₂ evitada significa menos contaminación, menos enfermedades y más vidas salvadas».

Mientras la UE se prepara para las negociaciones finales con el Parlamento, el mensaje es claro: el clima y la salud van de la mano. Alcanzar el 90% de reducción de emisiones no solo es una meta ambiental, sino una inversión directa en el bienestar y la resiliencia de la ciudadanía europea.